domingo, 6 de marzo de 2016

Nikolaus Harnoncourt in memoriam



Muchos de nosotros escuchamos por primera vez su nombre asociado a las cantatas de Bach, que estuvo grabando una tras otra para la primera edición integral que se publicó en los años 1980, y que algunos escuchábamos puntualmente cada domingo por la mañana en Radio-2 (todavía no le había salido el apellido Clásica, eso fue despues), integral que compartiría con Gustav Leonhardt y para la que emplearon casi veinte años. Empresa enorme que nadie había acometido antes, Nikolaus Harnoncourt y el Concentus Musicus de Viena, junto con el coro Arnold Schönberg, llevaban desde 1953 interpretando la música barroca con instrumentos de época, algo completamente inaudito entonces y que ha generado no pocas controversias, tanto acerca de los instrumentos como de la propia interpretación del barroco.

 En diciembre pasado muchos escuchamos que Harnoncourt, a sus 86 años, decía basta y dejaba de dirigir por motivos de salud. Hoy acabamos de leer que ha fallecido y, lo que nos queda, es el recuerdo de los conciertos donde pudimos escucharle y donde pudimos aprender, porque cada uno de sus conciertos eran un momento único donde siempre se aprendía algo incluso sobre obras que uno creía conocer al dedillo.

 Este vídeo es una grabación de un concierto de 2000, la cantata BWV 147, "Herz und Mund und Tat und Leben”, en el programa, con sus siempre fieles Concentus Musicus y el coro Arnold Schönberg. No tienen desperdicio ni siquiera los recitativos, que tanto nos cuesta seguir a los latinos.
    

 La primera vez que escuché a Harnoncourt fue en el Auditorio de Madrid, con la orquesta del Concertgebouw, y la sinfonía Incompleta de Schubert. Inolvidable desde el principio, con esa forma que tenía de resaltar el pizzicato de las cuerdas graves, tan solo un pequeño detalle en el que uno nunca había reparado, pero que alertaba desde los primeros compases que “algo” podía pasar en ese concierto. Y pasó. Hace más de veinte años de esto y todavía lo recuerdo.

 La casualidad (y el trabajo) me llevó a vivir a Holanda, donde él dirigía asiduamente la orquesta del Concertgebouw. Tuve ocasión de ir varias veces a sus conciertos y siempre salí con alguna lección aprendida. Era un director muy especial; carente de la técnica superdotada de otros grandes directores, para el público era importante verle porque sus gestos explicaban lo que uno debía escuchar en aquella masa orquestal, el detalle al que había que prestar atención y que nos ayudaba a construir el edificio sonoro de la sinfonía en cuestión.

 Siendo uno de los grandes iniciadores de la corriente de interpretación con instrumentos barrocos (el otro grande sería Gustav Leonhardt), la lección más importante que creo que nos ha podido dejar es que no es tan importante la elección del instrumento como la forma de interpretar.

 Termino con un segundo vídeo grabado precisamente en el Concertgebouw, con el Benedictus de la Missa Solemnis de Beethoven.

 Gracias Maestro, fue un enorme e inolvidable placer.
 


3 comentarios:

  1. Después de haber escrito esta entrada, he encontrado un magnífico artículo que firma Luis Gago en El País: http://cultura.elpais.com/cultura/2016/03/06/actualidad/1457270247_692925.html

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  2. Ante la muerte queda muy poco que añadir.

    Que fue una vida fértil y queda su obra, pero está ya muy manido. :/

    Puede que ni siquiera la música, sólo el silencio esté a la altura de la muerte.

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  3. No se si lo que dices se puede aplicar aquí. Desde luego que si para los allegados, su viuda y sus hijos, etc. Pero en el plano de Nikolaus Harnoncourt como director y como pedagogo, queda una estela imborrable, y es una estela sonora. Empezando por algunos libros imprescindibles, pero sobre todo porque la música barroca en particular no se interpretaría de la misma manera sin su trabajo. Sería diferente, ni mejor ni peor, pero de otra manera y apta a otros gustos.

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