domingo, 17 de septiembre de 2017

Juan Goytisolo: in memoriam



Mal lector como soy, sin formación académica al respecto y caótico en mis gustos y en mis búsquedas literarias, a veces tengo que guiarme por la afinidad de algún amigo a quien he escuchado algún comentario sobre tal o cual escritor. Así me ocurrió en los años de bachillerato, años en los que yo no leía, pero en los que dos amigos, a los que llamaremos en este relato Primus y Teresa, tuvieron una discusión al respecto de Juan Goytisolo. Varios años después, desbravado ya mi gusto por la literatura y todavía con la citada discusión en la memoria, tuve la inmensa fortuna de que el primer libro que cayera en mis manos fuera Señas de identidad. Digo inmensa fortuna porque en más de una ocasión el propio autor ha recomendado al lector neófito, como era mi caso entonces, comenzar precisamente por el relato tremendo de la serranía de Yeste. 

Durante años he sido más lector del articulista Juan Goytisolo que del novelista. Sus relatos desde Argelia, Sarajevo o Chechenia me resultaron tan estremecedores como inabarcables sus novelas. Con el tiempo he aprendido, o eso creo, a adentrarme en sus nunca fáciles novelas y en lo que quería decir cuando afirmaba no buscar lectores, sino “relectores”. En esas andaba cuando me sorprendió en junio pasado la muerte de Goytisolo; tomé entonces una lectura siempre aplazada y a la que solo lamento no haber llegado antes: se trata de los relatos autobiográficos Coto vedado y En los reinos de taifa; relatos imprescindibles para conocer la parte humana del escritor, pero también para saber más de la exigencia literaria de quien nunca quiso venderse ni buscar el lado fácil de la fama. Rehuyó pasarelas a cambio de no renunciar a su libertad literaria.

Como si se tratara de una especie de limbo peterpanesco, a veces uno quiere creer que aquellos músicos o escritores, aquellos artistas vivos con cuya obra se siente en deuda, tienen una vida suficientemente holgada que les permite dedicar cuanto esfuerzo y tiempo necesitan para su creación. La realidad es a menudo muy terca al respecto, pero pocas veces tan cruda, tan dura, como la que refleja el artículo de F. Peregil publicado pocos días después de la muerte de Juan Goytisolo: relato descarnado y brutal de las dificultades inmensas en sus últimos años de vida. 

Escritor seguramente de pocos lectores, difícil es imaginar que venga ningún  heredero a intentar hacer fortuna con otra publicación de lo ya publicado: ahí está para el que quiera acercarse. Queda la obra inmensa de un escritor que rechazó el canon literario español, que luchó permanentemente por la búsqueda literaria y que merece un panteón en la literatura española.

“Como no te cansas de decir, la única moral del escritor, frente a la que no cabe recurso alguno, será devolver a la comunidad literario-lingüística a la que pertenece una escritura nueva y personal, distinta en todo caso de la que existía y recibió de ella en el momento de emprender su tarea: trabajar en lo ya hecho, seguir modelos aceptados es condenarse a la parvedad e insignificancia por mucho que el escritor consiga así el aplauso del público: la obra de quien no innova podría no existir sin que su desaparición afectara en nada al desenvolvimiento de su cultura.”
                En los reinos de taifa, Juan Goytisolo.



3 comentarios:

  1. Contundente, y seguramente muy certero: "trabajar en lo ya hecho, seguir modelos aceptados es condenarse a la parvedad e insignificancia por mucho que el escritor consiga así el aplauso del público: la obra de quien no innova podría no existir sin que su desaparición afectara en nada al desenvolvimiento de su cultura."

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    1. Suena muy drástico, pero él lo mantuvo toda su vida. Y con enorme coherencia, porque también dijo que no renegaba de los otros escritores, entre los que citaba a alguno muy popular, porque decía que las editoriales le publicaban a pérdidas gracias a los beneficios que obtenían con los muy leídos (y comprados).

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    2. Aps! No conocía yo esa cita. Un ejemplo de honestidad, en un mundo, el de la literatura, en el que también huele bastante a cloaca.

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