domingo, 19 de abril de 2020

El arte de perder



  Tres generaciones para contar una tragedia, una novela dividida en tres partes para explicar el exilio, el desarraigo, la inmigración, la adaptación a un nuevo mundo. Esa es la historia que nos cuenta Alice Zeniter en El arte de perder, a partir de las historias de Ali, su hijo Hamid, ambos nacidos en Argelia, y Naïma, hija de Hamid y que ya nacerá en suelo francés. Historia generacional para explicar el desastre de la descolonización de Argelia, el desarraigo de quienes tuvieron que elegir el éxodo a suelo francés, dejando atrás un país en descomposición y podrido entre dos mundos enfrentados, los terroristas de la OAS frente a los independentistas del FLN, compitiendo por el número de asesinatos y destrozando para varias generaciones la convivencia de los argelinos.

  Ali es un campesino que ha luchado en la Segunda Guerra Mundial del lado francés, algo que el FLN le reprochará años más tarde, cuando el momento de la descolonización, y por lo que verá su vida en peligro. Propietario de tierras duras y difíciles de cultivar, huirá de Argelia convencido de que su vida corre serio peligro y de que en Francia será tratado como un francés. Craso error, a su llegada con su mujer Yema y sus hijos, Hamid el mayor de ellos, será internado en campos de infausto recuerdo para los españoles, como Rivesaltes, y en los que habrán de pasar no pocas calamidades hasta poder encontrar un empleo en una Normandía sin sol y con empleos para una mano de obra barata que terminará de embrutecerse a base de no ver nunca más ni el campo ni el sol. Sobrevivirán, que no es poco y así lo verán a veces Alí y Yema.

  Hamid crecerá en una barriada completamente impersonal llena de inmigrantes, mayormente empleados en la siderurgia, sufrirá de lo lindo con los estudios hasta dominar el idioma francés para finalmente alejarse de todo lo que ha sido su pasado en Argelia, en los campos de acogida en el sur de Francia y finalmente en Normandía, cerrarse sobre sí mismo para intentar olvidar. Un verano de lujurias y azoteas en París con sus dos amigos le hará comprender que su mundo ya no está con sus padres Alí y Yema. En años de revoluciones sexuales, estudiantiles y obreras, conocerá a Clarisse, a la que se agarrará como náufrago a una madera en el océano. El silencio de Hamid sobre todo lo que sea anterior al encuentro de Clarisse volverá a esta cada vez más escéptica sobre el futuro de una relación llena de aristas que limar. La escena en la que Clarisse lanzará una última llamada antes de romper, y la respuesta de Hamid explicando entre sollozos lo inexplicable, darán lugar a una relación muy diferente entre iguales de la que nacerán cuatro hijos, Naïma entre ellos. Imposible retener las lágrimas del lector al llegar a esta escena, de la que no puedo contar más sin estropear la novela a quien no la haya leído todavía.

  Los hijos de Clarisse y Hamid nacerán y crecerán en Francia. Pelos ensortijados en la cabeza de Naïma, una de las hijas y protagonista de la tercera parte de la novela. La dificultad para averiguar cosas del pasado de su padre, con un abuelo ya fallecido y la imposibilidad para entenderse con la abuela Yema que habla el árabe dialectal de las colinas del antiguo Palestro en Argelia, y con la que no tiene una lengua común, harán nacer en Naïma una curiosidad por una Argelia inalcanzable. Su trabajo en una galería de arte le dará la oportunidad de acudir a la tierra que vio nacer su padre con el encargo de recoger pinturas de un artista argelino radicado en Francia, y con el que entablará una amistad llena de sinceridad acerca de lo poco que conoce de su familia y las zonas oscuras. El viaje a Argelia y la tierra de sus padres se convertirá en un viaje iniciático donde Naïma encontrará la única verdad posible: su mundo no es el de las montañas donde vivieron sus abuelos, ocupadas hoy por hombres sin piedad, donde las mujeres son invisibles y donde su vida correría un serio peligro de permanecer allí, tal es la dureza con la que está grabado el rencor.


  Una novela en tres partes para contar tres generaciones, la que huyó, la que luchó por ser uno más, y la tercera que se plantea dudas sobre sus orígenes y la pertenencia a una comunidad. Imposible no leer la novela sin establecer lazos con el caso de tantos españoles exiliados a partir de 1939, un drama vivido con muchas diferencias que el caso argelino, pero donde se dan las similitudes de estas tres generaciones. Memoria recuperada en la ficción para reflexionar sobre las tragedias de las emigraciones. 


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