lunes, 9 de noviembre de 2020

Ley de Educación (1)


  Fue en abril de 1994 cuando recibí aquella llamada de teléfono. Un amigo pianista, profesor de música y director de coro en un pueblo de Tarragona venía a Madrid con su coro y teníamos ganas de vernos. Para explicar lo que sucedió tengo que recordar cómo estaban algunas cosas entonces: el año anterior había vuelto a ganar las elecciones el PSOE con Felipe González, pero ya sin mayoría absoluta tenía que apoyarse entre otros en Jordi Pujol para gobernar; por el otro lado el bigotudo candidato del PP llevaba muy mal no haber ganado y empezaba a enseñar los dientes de la crispación que ha sembrado allí por donde ha ido. Era la época del "Pujol enano, habla castellano".


  Mi amigo venía con su coro para un acto que había montado la Generalitat de Cataluña en el Matadero de Madrid, donde Jordi Pujol iba a dar un discurso más o menos coincidiendo con San Jordi. De aquél acto recuerdo miles de asistentes, un discurso típico de quien quiere quedar bien y una señora, una sola, que no paraba de gritar e interrumpir a Jordi Pujol diciéndole algo sobre el castellano en Cataluña. Gritaba e interrumpía todo el tiempo, tanto que fue milagroso que alguien no le atizara con algo. Y claro, el coro de mi amigo que cantó un pequeño concierto apenas audible entre tanta gente VIP y no tan VIP.


  Al día siguiente, sábado por la mañana, quedamos a dar una vuelta por lo más típico de Madrid. Hablamos de música y hablamos de cómo un acto político le había permitido venir con su coro, lo que le venía muy bien porque los viajes son siempre un pegamento que une en los coros tanto como la música. Y entonces me contó la anécdota a la que yo quería llegar: en el hotel donde se hospedaban había tenido tiempo de leer la prensa de Madrid durante el desayuno; me explicó lo que yo sabía, que él es catalano parlante, que sus padres lo eran también sin que eso significase la más mínima idea nacionalista en ellos; pero me dijo que si su padre leyera las portadas del ABC y otros periódicos que él había leído, al momento se hubiera hecho nacionalista. Han pasado más de 25 años desde entonces, y cada vez que voy a leer algo sobre política y Cataluña recuerdo aquella anécdota, no puedo evitarlo.


  Viene toda esta introducción a cuento del nuevo proyecto de ley de Educación, que en este jodido país cada Gobierno viene siempre cargado con una ley de Educación, sin que eso signifique que van a atacar los verdaderos problemas de la educación en España, porque si hay algo que les gusta a los políticos es poner muchos parches pero no resolver nunca de verdad los problemas. Las primeras noticias han saltado a los titulares y, como no podía ser de otra manera, no hablan de lo verdaderamente sustancioso en el proyecto de ley, sino de lo accesorio: no aparece el carácter vehicular de la lengua española en Cataluña. Como si se tratase del trapo rojo frente al toro, lo más granado de la prensa y articulistas patrios han salido en tromba, porque cuántos minutos se habla castellano en cada escuela de Cataluña debe ser el gran problema nacional. 


  A mí todo esto me ha servido para enterarme de que lo de lengua vehicular, que me da risa cuando lo escribo porque ignorante de mí nunca lo había oído antes, fue introducido en la ley Wert de hace unos siete años. No parece que el castellano hubiera tenido muchos problemas en Cataluña antes de ese momento Wert de lucidez en la Historia de España, pero desde el ABC y otros sitios ya están diciendo tonterías como que el castellano va a dejar de ser lengua oficial en España. De disparate en disparate y tiro porque me toca, a ver quien dice la barbaridad más monstruosa que los incautos siempre pican. 


  Todo este debate me parece bastante artificial y traído deliberadamente por los pelos para no atacar los verdaderos problemas de la enseñanza en España, que son muchos y que no es fácil arreglarlos, porque exceden el marco de una ley de Educación. Una comunidad bilingüe siempre va a experimentar problemas y tensiones desconocidos en comunidades con una sola lengua, pero eso forma parte de la vida y no estamos hablando de nada irresoluble. Si hablamos de la enseñanza de las lenguas, me parece trágico que en la prensa se dedique tanto espacio inútil a explicar la falacia de que el español va a desaparecer de Cataluña, pero sin embargo no se dedique ni una línea a explicar qué se va a hacer para que de una vez por todas los españoles acaben su ciclo escolar siendo capaces de mantener una conversación en inglés. Pero esa discusión no da votos, ni vende periódicos, luego no interesa. En Cataluña se va a seguir hablando catalán y castellano porque el problema no está ni ha estado nunca en la calle, sino en la mente calenturienta de políticos ineptos y desocupados que no tienen ni ganas ni conocimientos ni interés en resolver los verdaderos problemas. 


  Continuará, y no será para hablar de las lenguas, abróchense los cinturones…

 



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