miércoles, 23 de abril de 2025

Laicidad y procesiones



 Hace unos días me reuní con un grupo de viejos amigos en lo que fue un reencuentro después de cierto tiempo sin vernos. Nos conocimos en nuestro centro de trabajo en los años 90, y es nuestra profesión la que nos ha traído por diferentes vías desde Madrid hasta Toulouse, a veces con pasos intermedios. Éramos cinco más la mujer de uno de ellos, el más joven en estas tierras lleva dos años aquí y otros ya vamos por las dos décadas en Francia a nuestras espaldas. Compartimos algunas aventuras profesionales y el gusto de vernos aunque sea, como es mi caso, muy de vez en cuando. Con dos de ellos comparto también mi única experiencia en un comité de empresa en España y doy por hecho que nos situamos todos en la parte izquierda del espectro político. 


Era el domingo de ramos y en el aperitivo nuestro anfitrión hizo una broma acerca del menú que nos había preparado y algo concerniente a la comida durante la cuaresma de los católicos. Comenté yo entonces que prefería no estar en España en Semana Santa y alejarme lo más posible de las procesiones con lo que a mí me parece que les acompaña, una insoportable beatería y todo lo que se refiere a la connivencia de los poderes públicos con un ritual religioso, traducido en esa especie de competición a la que se lanzan alcaldes y alcaldables por lucir palmito en las procesiones y por tirar por tierra toda separación de la Iglesia y el Estado. Para mi sorpresa  obtuve como respuestas caras de asombro por lo que había dicho, comentarios acerca de las procesiones como algo folclórico y no religioso, del testimonio de alguien que debe ser muy célebre en la televisión española que se dice atea pero que no le quiten las procesiones de Sevilla y, para rematar, que los alcaldes hacen lo que la gente que les ha votado les pide y que a la gente le gusta ver a su alcalde en todo lo que son fiestas del pueblo, procesiones incluidas.


Hace tiempo que no intento convencer a nadie de mis opiniones, así es que me limité a dejar mi punto de vista, mi desacuerdo con cosas que habían dicho y ellos hicieron algo parecido. Estaba claro que ahí teníamos un posible foco de discrepancia que no nos llevaba a ninguna parte y lo dejamos estar, pero yo no conseguí quitarme de la cabeza esta conversación y aquí estoy, días después, todavía dandole vueltas. 




Cada uno es libre de contar las cosas como le venga en gana o dependiendo de cómo las ha vivido. A mí me parece que, mucho más que con la judicatura, en lo tocante a la religión católica tenemos en España un asunto que nunca hizo su transición desde la dictadura. No voy a volver sobre el asunto del famoso Concordato firmado antes de la Constitución y que ninguna mayoría política se ha atrevido a tocar, y que puede ser un freno para según qué cosas. Pero hay muchas otras donde se puede actuar y nadie se atreve a hacerlo, muchas veces por un cálculo político que yo no veo correcto por ningún lado. Cada vez que un gobierno tiene que tomar una decisión en la que esté mezclada la Iglesia nos encontramos con ministros o presidentes que van poco menos que a pedir clemencia al Vaticano para que no les caiga un castigo divino.


Tomo el ejemplo del valle de los Caídos, perdón, de Cuelgamuros. Cualquier solución que se quiera dar al dichoso valle pasa por sacar a los dominicos de allí, cosa que parece que se va a hacer, desacralizar de una vez por todas la basílica y después lo que sea. Pero no, el Gobierno primero dice que va a dedicar 30 millones, que se dice pronto, que va a haber un concurso de ideas, pero luego descubrimos que ya ha acordado con el Vaticano que la basílica seguirá siendo basílica de misa de domingo y fiestas de guardar, y que lo que se decida con el valle tendrá que contar con el acuerdo del Vaticano. Acabáramos. 




Pero hay más. En España la enseñanza es un desastre, las cifras hablan por sí solas. Todo se va a la escuela privada, para la que se ha inventado el eufemismo “concertado” que esconde detrás la realidad de un colegio católico. Hay un porcentaje exagerado de chavales en este tipo de centros, donde por supuesto hay adoctrinamiento. O es que acaso no es adoctrinamiento sacar a los chavales disfrazados llevando pasos de Semana Santa? Aquí hay dos problemas, uno el de la educación, y otro el de una población que no quiere ver en esta educación un problema. 


Vuelvo sobre las procesiones. Se habla ahora de los cincuenta años de la muerte del dictador, y no se me ocurre un ejemplo mayor de ese “atado y bien atado” de su testamento político que ver a una sociedad donde hay más procesiones que en la dictadura, más grandes, con más gente compitiendo por figurar y con unos políticos inútiles que ni saben ni quieren saber lo que significa la palabra laicismo. En la derecha como en la izquierda esa tendría que ser la lucha, pero España es diferente para todo, sobre todo en lo que concierne a la religión.


Seré un utópico o un ilusorio, pero sueño con una España que algún día sea por fin un país libre de las cadenas de la religión. 


Pero vuelvo a la reunión, somos amigos que vivimos en Francia y mis amigos parecen impermeables a lo que aquí se ve y se vive. Vuelvo a esa reunión y salgo de ella para terminar este artículo con una cita de Robert Badinter, desconocido probablemente en España pero hombre importantísimo en el tejido judicial francés, el hecho más conocido es su ley de abolición de la pena de muerte. La cita es su homenaje al profesor Samuel Patty, asesinado por un fanático religioso:


«La laicidad de nuestra República es sobre todo la expresión de nuestra libertad, puesto que la laicidad permite a cada uno de practicar la religión de su elección, o de no practicar ninguna, según sea su convicción.


La laicidad de nuestra República es también la igualdad entre todas las religiones. No existe en la República una religión de Estado, no existe una religión oficial. La República las reconoce todas y no da privilegios a ninguna.


La laicidad de nuestra República es además la fraternidad, porque todos los seres humanos, mujeres u hombres, sean cuales sean sus creencias y sus opiniones, merecen una misma consideración y un respeto idéntico. Es por esto que en Francia la Escuela de la República es laica, puesto que la laicidad garantiza a todos los alumnos y a todos los niveles una enseñanza consagrada al único culto del saber y de la investigación, que son los cimientos de los espíritus libres y abiertos al mundo».


miércoles, 16 de abril de 2025

La tradición y la interpretación de la música de Bach

 


La interpretación de la música antigua y barroca ha sufrido a lo largo de las últimas décadas una evolución que bien podría en realidad ser llamada una revolución, si no fuera porque en música los cambios no siempre se dan en forma de una toma de la Bastilla, sino de forma más gradual y, afortunadamente, cortando menos cabezas por el camino.


Si tomamos como ejemplo al único dios verdadero sobre la Tierra, esto es, Bach, y de ese libro sagrado que es toda su obra nos fijamos en el capítulo que es la Pasión según san Mateo, podemos ver a través de las interpretaciones de esta obra monumental todos los cambios que se han producido desde los años 1960, cuando Nikolaus Harnoncourt y Gustav Leonhardt eran solo unos pioneros a los que pocos conocían y aun menos tomaban en serio. 


A la altura de esos años 60 la tradición interpretativa que nos llegaba era la que venía de la recuperación de la Pasión que había hecho Mendelssohn a mediados del siglo XIX. Desde aquel histórico re-estreno de la Pasión las orquestas sinfónicas van a crecer en tamaño, el sonido de los instrumentos cambia con nuevos materiales, como las cuerdas metálicas que sustituían a las de tripa, o los pistones en las trompas y las trompetas, que les dan un color más brillante. Y así a mediados del siglo XX es habitual asistir a conciertos de la Pasión con un enorme número de intérpretes: la obra exige dos orquestas, dos coros y una larga lista de solistas vocales, lo que alimenta a quienes gustan de la gran masa interpretativa. Pero la revolución en los instrumentos y en la forma de interpretar la música va a reducir también el número de intérpretes. Ahora el criterio interpretativo va a ser otro, los tempi van a ser más ligeros, algo lógico si pensamos que los instrumentos de época tienen un sonido menos denso, y por tanto el tempo ha de ser otro en la interpretación. Las interpretaciones en grandes salas de concierto con instrumentos nuevos y con criterios que son herencia romántica, van a dar lugar a interpretaciones con menos instrumentistas y, sobre todo, con apoyos musicales y acentos diferentes. En un compás de tres por cuatro, el tercer tiempo no va a ser alargado para llevar el sonido al primer tiempo del siguiente compás, sino que un acento en el primer tiempo va a dar como consecuencia una ligereza al tercer tiempo, provocando una sensación de un tempo más rápido y de un sonido más limpio que hace escuchar mucho mejor los temas musicales que Bach va a escribir dentro de cada aria y cada coro. 


Veamos esto con el aria “Mache dich, mein Herze, rein”. Propongo aquí dos vídeos y que cada uno escoja sin preocuparse de otra cosa que de su gusto personal, aquí no hay una interpretación “mejor” que otra, no se trata de eso. 


En el primer vídeo está la interpretación de Walter Berry, un cantante con voz operística capaz de defenderse a gusto con un repertorio wagneriano, y acompañado por Karl Richter y su orquesta Bach de Munich, un director que convivió con los principios de la revolución de la que hablamos, pero que fue siempre fiel a su forma de interpretar, aunque las modas empezasen a cambiar. En el segundo vídeo, el intérprete es Klaus Mertens, dirigido por Ton Koopman, Orquesta Barroca de Amsterdam a su cargo, con una interpretación muy diferente, voz más ligera que la de Berry, apoyos instrumentales también de acuerdo con los instrumentos de época y la sonoridad menos densa que conlleva.   


 


Como en tantas otras cosas en la vida, no falta la vehemencia cuando entre aficionados hablamos de estas cosas. Y si bien es común hoy en día aceptar la interpretación con instrumentos de época, tanto que su forma de interpretar ha “contagiado” a los instrumentistas con instrumentos nuevos, que ya aligeran su sonido e interpretan con similares criterios, lo cierto es que en lo que se refiere a las grabaciones uno es libre de escoger lo que quiera, y así, yo que escucho el barroco solo con los historicistas, me recreo como un crío lamiendo un caramelo cuando escucho esta versión de Christa Ludwig y Otto Klemperer del aria Erbarme dich, seguramente el aria más conocida de la Pasión. Y a paseo con los dogmatismos.


Pero no solo de instrumentos musicales vive la música de Bach. En lo que se refiere a los coros y a la forma de cantar los cambios no han sido menos notables. El sonido de los coros profesionales ha perdido el vibrato tan acusado que nos muestran las grabaciones más antiguas. Los coros que interpretan música barroca, y no solo los especializados en este período, han ido mutando en un sonido más limpio y directo, sin vibrato o sin apenas vibrato, lo que influye sin duda en la interpretación. Ejemplos de esto que digo son estos dos vídeos con los que ya termino esta entrada, los dos son el coro final de la Pasión, en el primero la interpretación es de Karl Richter y su enorme ejército de instrumentistas y coristas (Orquesta y Coro Bach de Munich), y el segundo es de Philippe Herreweghe, un director que dirige su propio conjunto, el Collegium Vocale de Gante, cuya calidad está fuera de duda, en una formación que puede ser pequeña para una gran sala de conciertos, pero que es suficiente para una iglesia, y que está mucho más de acuerdo con el número de intérpretes con el que debió contar el propio Bach cuando estrenó la obra en la iglesia de santo Tomás de Leipzig hace ya casi tres siglos.


Y si el lector ha tenido paciencia de leer y escuchar hasta aquí, le animo a que siga trasteando por internet, escuchando y sacando sus propias conclusiones, que es al fin y al cabo de lo que se trata.



 

jueves, 27 de marzo de 2025

Netchaiev ha vuelto



  Publicada por primera vez en 1987 una lectura casi cuarenta años después de la novela Netchaiev ha vuelto permite saborearla con un gusto que solo el tiempo puede aportar. Cuando Jorge Semprún escribe Netchaiev ya es un escritor consagrado y reconocido en Francia, su país de residencia y del que tomó su lengua, que es en la que publicó, salvo contadas excepciones, desde que comenzara a hacerlo en 1963 con El largo viaje.


Reconocemos en Netchaiev algunos de los recursos literarios que Semprún ya había utilizado en anteriores novelas y que él convierte en su carta de presentación. La acción no nos va a ser contada de una forma lineal, sino que los saltos adelante y atrás obligarán al lector a un ejercicio permanente y conseguirán arrastrarlo al interior de la acción hasta casi convertirlo en un personaje más de la novela. Si ya desde el principio conocemos que el final del protagonista está cerca y será trágico, las vueltas al pasado para explicar la acción del presente nos traen una narrativa con recursos cinematográficos, una forma que Semprún ya había explorado y a la que sacará partido en el futuro cuando sus relatos tomarán el campo de Buchenwald como el decorado dramático donde se desarrollan sus novelas. Los protagonistas de Netchaiev ha vuelto son estudiantes que habían participado del mayo del 68, y la novela nos va a contar sus andanzas desde entonces y hasta la actualidad, otoño de 1986; son los dos periodos entre los que irá saltando la acción, pero además será preciso a veces volver incluso más atrás, acaso brevemente, a la ocupación de Francia, la deportación y la experiencia de los padres que prefigurará de alguna manera parte de lo que serán los hijos. Las dudas de estos a partir de las esperanzas no cumplidas con las huelgas de mayo de 1968 hará que se inclinen por una lucha terrorista dentro de un grupo marxista-leninista. Es ahí donde el escritor toma todos los riesgos posibles, y tal cual si nos estuviera enseñando una matriouska rusa, en la que solo vemos la primera de las muñecas, esto es la acción propia de una novela policiaca que nos invita a seguir leyendo para descubrir la siguiente vuelta de nuestros protagonistas, aparece ante nosotros, repartido entre la acción de los protagonistas y los saltos en el tiempo, una discusión sobre la calle sin salida de la acción terrorista de los diferentes grupos que operaban o habían operado en Europa bajo un envoltorio marxista-leninista.


Como ya he dicho antes el presente en la novela es diciembre de 1986, los días que van del 10 al 17, y el autor toma todo de la actualidad del momento. Delante de nosotros va a desfilar el accidente de Chernobyl de unos meses antes, pero también el asesinato de Yoyes, que uno de los protagonistas utilizará para desnudar el supuesto soporte teórico de ETA. Nuestros protagonistas son unos jóvenes estudiantes en 1968 y unos jóvenes absorbidos por la sociedad en 1986, pero por ellos y por sus historias personales habrá pasado una parte importante de la Historia del siglo XX, desde la guerra española hasta la deportación, siempre Buchenwald en el horizonte, los vaivenes de la política francesa, la guerra fría. Semprún pone en boca del narrador y de algunos protagonistas lo que ha sido de alguna manera su recorrido personal, y lo que para él es el sinsentido de la izquierda revolucionaria, que solo puede terminar en una dictadura.


Y como si el presente de la novela, diciembre de 1986, fuera nuestro presente de hoy, primavera de 2025, uno de los protagonistas, judío, harto de ser judío y de tener que llevar la mochila de la culpa, responderá a la pregunta de si sigue preocupado por la historia:


“Ya no pienso más en la historia universal, dijo. Pero me doy cuenta que hemos caído en el barro de los particularismos… Cada uno en su casa, centrado en sí mismo, sentado sobre el wáter de su identidad intransferible, de sus creencias infalibles, metido hasta el cuello en la mierda de la historia de su grupo, de su pueblo o de su imperio… Los únicos que tienen hoy en día una visión del mundo son de un lado los capitanes de las multinacionales, y del otro los jefes del KGB. La economía-mundo y la policía-mundo… Maravilloso futuro!” (*)


Pero, como no podía ser menos tratándose de Semprún, una nueva matriouska aparece oculta y se nos descubre a lo largo de la novela en diferentes momentos. Con ella visitaremos el Prado, donde además aparecerá, en un guiño a Hitchcock, el propio Semprún en la sala donde cuelga Las meninas. En una de las escenas cumbre dos de los protagonistas irán al teatro, Jeanne Maureau interpretando una obra de Hermann Broch, acaso el propio Semprún utiliza lo que él mismo había ido a ver al teatro Bouffes du Nord, puesto que la obra formó parte del festival de otoño parisino de 1986. Toda la novela Netchaiev ha vuelto estará girando alrededor de La Conspiration, de Paul Nizan, de 1938, donde también un grupo de jóvenes estudiantes querrán pasarse a la lucha armada… Como siempre en Semprún el lector irá cargando la mochila para futuras lecturas o para visitas a algún museo, y la lista que sale de Netchaief es interminable.


Si es cierto que un clásico es aquella obra que nos muestra siempre algo nuevo cada vez que volvemos a ella, habremos de convenir que la lectura de las novelas de Semprún no andan lejos de este calificativo. El sugestivo mundo de la literatura de Jorge Semprún nos atrapa y no nos deja hasta que somos capaces de hacer siquiera un pequeño intento como este de ordenar todo lo que nos ha provocado.


(*) A falta de una edición con la traducción española, me he permitido hacer yo mismo la traducción de este párrafo. 



miércoles, 12 de marzo de 2025

Mujeres directoras



  Había electricidad en el ambiente y no era para menos, la expectación era la de las grandes tardes y de que aquello podía ser una buena “faena”, si es que en el mundo de la música se puede utilizar el término taurino. En el mayor y más prestigioso de los festivales británicos, los Proms de Londres, que tienen lugar cada verano en el Royal Albert Hall, se presentaba en agosto de 2016 la lituana Mirga Grazinyte-Tyla en su primer concierto como flamante nueva directora titular de la City of Birmingham Symphony, una de las mejores orquestas europeas. Con solo 29 años Mirga Grazinyte-Tyla tomaba las riendas de la orquesta que había sido dirigida anteriormente por Simon Rattle y Andris Nelsons, también elegidos muy jóvenes y que crecieron con esta orquesta hasta convertirse en los dos monstruos de la dirección que son hoy en día, más todavía el primero, que solo dejó la orquesta de Birmingham para subir al podio orquestal más cotizado del planeta, el de la Orquesta Filarmónica de Berlín.


  Si tal y como escribió Elias Canetti «no existe expresión de poder más obvia que la de un director de orquesta» (Crowds and Power, 1963), tendremos que añadir que como tal expresión de poder siempre hubo mucha resistencia a dejar las riendas de una orquesta en manos femeninas. Hablamos de un mundo en el que, si damos por buenas las cifras publicadas por el crítico Christian Merlin en 2021, sobre un análisis de 780 orquestas profesionales en el mundo solamente podían contarse 45 mujeres directoras en un puesto permanente, un ridículo 5,7% del total.


  Las pioneras que empezaron a luchar para poder dirigir aparecieron hace ya un siglo, por extraño que pueda parecernos hoy. La americano-holandesa Antonia Brico, primera mujer con un diploma de dirección de la Academia de Berlín, fue la primera mujer en dirigir la Filarmónica de Nueva York, en 1938, y probablemente fue la primera que obtuvo un puesto fijo, en Denver para ser precisos, pero acabó como hicieron otras, formando su propia orquesta de mujeres para poder dirigir habitualmente. Ese fue el caso de la francesa Jeanne Evrard, que fundaría en 1930 una orquesta femenina en París. Ante las dificultades que encontraban para dirigir una orquesta, estaban obligadas a recorrer este camino para poder dirigir, pero a su vez contribuían seguramente a crear un mundo aparte, casi un ghetto para las mujeres dentro del mundo sinfónico. Siempre fue difícil romper los moldes, pero ejemplos no faltan de aquellas que lucharon contra los elementos.


  Las tornas empezarían a cambiar lentamente a partir de los años 1960. Las mujeres directoras habían tenido acceso sobre todo a pequeñas formaciones de cámara, pero a partir de esos años accederán a las grandes orquestas sinfónicas. El primer caso llamativo, no del todo conocido puesto que ocurrió en el otro lado del telón de acero, es el de Veronika Dudarova, un verdadero caso de longevidad dirigiendo durante sesenta años la Orquesta Sinfónica de Moscú. 


  Pero es a partir de finales del pasado siglo donde los cambios empiezan a ser más evidentes. Citaba al principio el caso de Grazinyte-Tyla y su presentación en los Proms de Londres, concierto al que tuve el lujo de asistir; en el programa de aquél concierto, que se puede ver completo en este vídeo de la BBC, cantaba en la primera parte la soprano Barbara Hannigan, que no solo es una cantante muy apreciada sobre todo en el repertorio contemporáneo (en el concierto canta “Let me tell you”, una interesante obra de Hans Abrahamsen), sino que empieza a aparecer regularmente como directora de orquesta, sobre todo con la Sinfónica de Göteborg y con la Orquesta Filarmónica de Radio France.


  De una generación anterior es Marin Alsop, la alumna preferida de Leonard Bernstein, y que ha sido la primera mujer en dirigir el concierto de clausura de los Proms, ese concierto donde el público gamberrea como en ningún otro. Trotamundos de la dirección orquestal, en los últimos años ha dirigido la Orquesta de la Radio de Austria, la Filarmónica de Londres y es titular de otra orquesta en Sao Paulo.


  Otro caso interesante es el de Simone Young, australiana que ha sido durante una década directora general de la ópera de Hamburgo, y hoy en día una especialista del gran repertorio alemán, ese tipo de repertorio que muchos identifican como masculino, y que ella dirige habitualmente con las mejores orquestas alemanas o con la Filarmónica de Viena.

Pero hay más. Emmanuelle Haïm, clavecinista y alumna de William Christie, ahora directora de Le concert d’Astrée, imbatible en el repertorio barroco y que ya ha sido invitada por la Filarmónica de Berlín. También del mundo barroco ha llegado la contralto Nathalie Stutzman, ahora directora de la Sinfónica de Atlanta, y que ya ha pasado por la prueba de fuego de dirigir en el festival wagneriano de Bayreuth. Más nombres que el lector curioso, y con tiempo, podrá buscar en los vídeos que abundan en internet: Susanna Mälkki (Orquesta Sinfónica de Montreal), Laurence Equilbey (Insula Orchestra), Elim Chan, Alondra de la Parra, Sarah Hicks (Orquesta Nacional de Dinamarca), Speranza Scappucci (Opera de Valonia)…


  En este mismo mes de marzo la Filarmónica de Berlín, casualidad o no, ha tenido dos conciertos de su temporada dirigidos por Dalia Stasevska y Joana Mallwitz. Esta última habrá hecho un viaje para llegar a la sala de conciertos tan largo como las tres estaciones de metro que separan la Filarmónica del Konzerthaus de Berlin, donde ella es directora habitual; antes de eso, en 2020, fue la primera mujer en ponerse delante de la Filarmónica de Viena, fue en el festival de Salzburgo dirigiendo Cosi fan tutte. 


  Los caminos que llevan a la dirección de orquesta no son únicos. En la mayoría de los casos hablamos de instrumentistas orquestales o solistas que dan el salto, pero harán falta muchos años de práctica para llegar a ser un director de cierto peso. Hablamos de una profesión en la que, dejando de lado algún prodigio aislado, un director se está formando hasta los 40 años, madura entre los 40 y los 50 para sacar lo mejor a partir de ahí. La experiencia aquí cuenta más que en ninguna otra profesión. Si tenemos en cuenta lo tardía que ha sido la entrada de las mujeres en las orquestas sinfónicas (el caso de la Filarmónica de Viena a este respecto daría para otro artículo), y sabiendo lo lento que son los procesos de aprendizaje en la música, podemos concluir que estamos solo ante el principio, el tiempo está jugando a favor de las directoras que ya son, las chicas que son estudiantes en los conservatorios tienen espejos en los que mirarse y el futuro más próximo va a ser también para ellas. Y esperemos que con menos dificultades.




 

miércoles, 5 de marzo de 2025

Desastres evitables



  Eran las ocho de la mañana y estaba lloviendo a cántaros, algo que habían anunciado copiosamente en las noticias los días anteriores. Pensó en su hermano, 60 años y síndrome de Down, y la cita que tenían en la Universidad, donde un profesor les había invitado a un congreso para hablar con el ejemplo de su hermano de la importancia de la estimulación psicomotriz temprana en personas con síndrome de Down. Pero llovía mucho, hacía fresco y no quería exponer a su hermano a un resfriado o algo parecido que, en su caso y a su edad, siempre viene acompañado de otras cosas. Así es que llamó a la casa de su hermano y respondió la cuidadora que le acompaña, que estuvo de acuerdo. Llamó después a la Universidad, ya eran casi las nueve de la mañana, y allí le agradecieron la llamada y le informaron que se había anticipado, que les pillaba con el teléfono en la mano puesto que todos los actos y las clases se habían cancelado debido al temporal…


  Ocurrió en Valencia y en Burjasot, fue el 29 de octubre, el día de la DANA, y los protagonistas de lo que he contado arriba tienen nombre y apellidos. Entre tantas noticias sobre mentiras y nuevas mentiras sobre las antiguas mentiras, alguna asociación o alguna institución debería recordar que alguien hizo su trabajo, tomó la decisión que le correspondía tomar por difícil que esta fuera, anuló lo que había que anular y de seguro que alguna vida se salvó con su decisión. 


  En el momento que yo escribo el todavía presidente Mazón es un zombie político, él es el único que cree estar vivo, pero todos a su alrededor lo miran como el muerto político que es. Después entrará la Justicia, que con su rapidez habitual tomará decisiones allá por el próximo diluvio catastrófico en Levante. Pero a los ciudadanos nos corresponde exigir de nuestros gobernantes, que para eso les pagamos el sueldo entre todos, un sueldo y unas condiciones laborales que son para que hagan su trabajo, no para que chuleen a todo el mundo.


Se me ocurren dos apuntes tan lógicos y evidentes que da hasta vergüenza tener que insistir en ellos:


1- Estaría bien que las personas que ocupan puestos de responsabilidad tengan la preparación adecuada para ello. Haber sido votados y obtener una mayoría no implica que un presidente esté capacitado para manejar un presupuesto enorme ni para tomar decisiones que le sobrepasan. Lo mismo para los que son nombrados en puestos aquí y allá. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado con ligereza mental a que nos gobiernen a veces verdaderos ineptos que no tienen ni formación ni capacidad para lo que llevan entre manos. Para las próximas elecciones deberíamos empezar por pedir más información sobre la experiencia y capacidad profesional de cada candidato, no sea que nos vaya a dirigir una comunidad autónoma un cualquiera que como experiencia profesional solo ha llevado una cuenta Twiter en su vida. Lo mismo para cuando nombran ministros, asesores y demás. Si los pagamos nosotros, al menos que sean capaces. 


2- La Administración española se ha convertido en algo imposible de manejar. Hay demasiados niveles y demasiado caros. Las comunidades no pueden ser reinos de taifas que compiten entre sí, y los españoles se merecen ser tratados por igual vivan donde vivan, y hayan nacido donde hayan nacido. Vivir con 17 sistemas sanitarios y 17 sistemas de educación, por poner solo un ejemplo, es una auténtica locura. Cuando miro el mapa de España solo veo un sumidero por el que desaparece una cantidad enorme de dinero público, que hay que repetir una vez más que es de todos y que sale del bolsillo de cada uno. Una administración que está y funciona cuando se le necesita, y la DANA es el mejor ejemplo, es el mejor antídoto contra los abascales y alvises oportunistas que siempre están al acecho en cada convocatoria electoral.


Termino con algo que me contó alguien que lo ha vivido. El pasado mes de enero hubo unas tormentas de viento que afectaron a las islas británicas. El día señalado como peligroso era un viernes, y la víspera, a primera hora de la tarde, las clases de la universidad fueron interrumpidas por unas alarmas que sonaron simultáneamente en todos los móviles de las aulas, alarmas que asustaron a todo el mundo y que provocaron lo necesario: las clases se suspendían el viernes, y todo el mundo debía quedarse en casa siempre que fuera posible. No entiendo que algo parecido no hubiese alertado a toda la población valenciana afectada el pasado 28 de octubre.


PS: la semana de la DANA yo andaba entre Francia y España de traductor y conseguidor de platos vegetarianos y otras cosas con un coro francés, el coro Mikrokosmos. El día 30 había concierto en Zaragoza, en una sala maravillosa con una acústica increíble. El director quiso dedicar el concierto a las víctimas, y este vídeo es un pequeño extracto del ensayo previo.




domingo, 8 de octubre de 2023

LOS CRITICOS NO SIEMPRE SABEN MIRAR



Dos noticias recientes han despertado de mi memoria pensamientos que me rodean cada vez que leo en la prensa una crítica de cine o de música. Creo que cualquiera que tenga afición por las artes en general y que tenga la misma costumbre que yo de leer críticas con ganas de informarse reconocerá lo que aquí voy a contar, y puede que compartan en algo la opinión que doy de los críticos y del trabajo de la crítica en general.

La primera de las noticias ha ocupado parte importante de las portadas francesas, pero también ha sido noticia en las páginas culturales de algún periódico español: la Academia Francesa (se llama así, sin más, sin referencia a la lengua, ya sabe todo el mundo a qué se dedica) acaba de nombrar secretario perpetuo a Amin Maalouf, escritor francés de origen libanés. A mí me gusta leer estas noticias y comparar por ejemplo el espacio y la atención que se da en Francia a esta elección, que en el caso español no es comparable más que con la elección de algún cardenal, puesto que del director de la RAE y de su trabajo no hay prácticamente noticia en las secciones culturales. El caso de la elección de Amin Maalouf ha ocupado mi atención además porque es uno de los escritores a los que empecé a leer en español pero que luego he seguido leyendo (y releyendo) en francés. Su elección me ha alegrado a la vez que me ha traído el recuerdo de una crítica musical de Adriana Mater, una ópera de Kaija Sahariao, la compositora finlandesa fallecida el junio pasado. No recuerdo el nombre del crítico y dudo que guarde el artículo, pero sí recuerdo el desdén con el que se refería al autor del libreto de la ópera, diciendo algo así como que la música merecía algo mejor que el texto de un escritor mediocre como Amin Maalouf. Como no siempre sigo a pies juntillas lo que dicen los críticos, y como por entonces, año 2006, yo ya tenía formada mi propia opinión de Maalouf, aproveché que publicaron el libreto y lo compré. Me gustó, lo guardo y espero poder encontrarlo en el desorden de biblioteca que tengo, me gustará volver a leerlo, porque los años hacen que cambien los colores de los textos a los que te acercas cada vez que lo haces.

Apenas uno o dos días después de esta noticia publicó El País una crítica de Cerrar los ojos, la última película de Victor Erice, quien recibió un premio en el festival de San Sebastián casi coincidente con el nombramiento de Amin Maalouf. La película había sido estrenada antes en Francia, yo la había podido ver y mi opinión no podía ser más distinta de la del crítico por excelencia, lo que me llevó a una cierta reflexión sobre el trabajo de la crítica cinematográfica, literaria o musical. A mí me parece que este trabajo debe hacerse desde unos pilares completamente opuestos a los que utiliza Carlos Boyero para hacer su trabajo, puesto que él se dedica a contarnos si una película le ha emocionado o le ha hartado o le ha provocado lo que sea, generalmente algo negativo. Desde la modestia del que nunca ha ejercido la crítica como profesión, pero que con mejor o peor acierto se dedica a leer a menudo a los críticos, al menos puedo decir lo que espero de ellos, y no espero más que una opinión en abstracto, o lo más general posible, de lo que han visto, leído o escuchado, no las emociones (negativas en este caso) que han sentido. Por poner un ejemplo fácil: a mí no me gustan las películas de Steven Spielberg, pero si tuviera que hacer la crítica de alguna de ellas no se me ocurrirá poner eso, porque lo importante es contar qué medios ha tenido para contar una historia y cómo los ha utilizado, si el ritmo es trepidante o si es pausado, no si yo tenía ganas de abandonar la sala, algo que solo a mí me importa y no al potencial lector.

Hubo un crítico de danza en la prensa española, y de cuyo nombre no quiero ahora acordarme, que puso a caldo nada menos que a Maurice Béjart a cuenta de una de sus visitas a Madrid en los años 1990; más tarde se dedicó poco menos que a perseguir sistemáticamente el trabajo de Nacho Duato al frente de la Compañía Nacional de Danza, a la que había sacado literalmente del ostracismo en el que se encontraba cuando se hizo cargo. Seguí leyendo a este crítico y con el tiempo comprendí que lo único que le gustaba, y le interesaba, era el ballet clásico y que todo lo demás era poco menos que superfluo para él. Hablo en pasado, pero este crítico sigue escribiendo en alguna revista especializada, y cada vez que le leo me acuerdo de aquello de que el tuerto es el rey en el país de los ciegos.

Me gusta saber quien firma una crítica, llega el caso de leer a veces a alguien sabiendo que si dice tal cosa negativa de una obra, es que merece la pena que yo vaya a verla. Y es por eso por lo que diré que, a veces, el trabajo de los críticos es impagable, pero no dejaré de cogerlo con pinzas, como suele ser el caso de aquellos críticos a los que leo regularmente, pero a los que sigo en lo que dicen reinterpretándolo y adaptándolo a mis gustos y a mi criterio personal. Y acabo con un enlace a una crítica de la última película de Erice, esta vez publicado en CTXT, firmado por Marc García García, que es más una crónica de los cuatro largometrajes de Erice, y que es un ejemplo de lo que yo busco cuando voy a la prensa. Un artículo que puedo poner aquí una vez más gracias a mi amigo Juan, siempre atento con sus recomendaciones.