Se acerca el final de año y dentro de poco nos invadirán los resúmenes de lo que ha pasado, nos hablarán hasta la saciedad del Brexit y de Trump, y se harán las listas de los conocidos y los ilustres que han dejado este mundo en 2016, pero en muy pocos sitios encontrará el lector referencias a la figura de Einojuhani Rautavaara. En la prensa española no especializada todavía deben estar estudiando como se pronuncia su nombre, porque no ha habido manera de encontrar ninguna reseña desde que murió el pasado julio.
Lo cierto es que Rautavaara ocupa una plaza importantísima en la composición musical de la parte final del siglo XX y estos comienzos del XXI. Dice la leyenda que un día, allá por los años 1940, se presentó en la Academia Sibelius de Helsinki, el conservatorio más importante de Finlandia y una de las grandes escuelas europeas, diciendo que quería ser compositor. Acabó componiendo, siendo profesor de la propia Academia, y con el tiempo se ha convertido en la gran figura de la música finlandesa que todos consideran hoy como el máximo heredero de ese monstruo que fue Jan Sibelius.
Fue muy prolífico, escribió varias sinfonías y un número importante de obras orquestales; como buen finlandés también dedicó una parte importante de su producción a la música coral, que es la puerta por la que yo entré en lo que conozco de su obra. Como no quiero que nadie salga corriendo, traigo aquí algunos ejemplos de lo que podríamos llamar lo más asequible de su producción.
En primer lugar, una de sus sinfonías, Cantus Articus, obra para orquesta y una grabación de pájaros que el propio Rautavaara había grabado. Se escucha fácilmente, el máximo atrevimiento de Rautavaara es haber traído la grabación de los pájaros a la sala de conciertos, y hacerlos revivir a través de las escalas que hacen las maderas, las flautas principalmente. Los más atrevidos pueden también ir a sus muchas obras dedicadas a los ángeles, no tan “amables” algunas de ellas.
El segundo vídeo es una obra coral a capella, Canticum Maria Virginis, que es de las últimas que yo he descubierto y que se ha convertido rápidamente en una de mis preferidas. Ya desde los primeros compases se escuchan esos intervalos de segunda que tanto van a definir a la música contemporánea a capella; aquí suenan casi como esas copas con agua por las que frota uno el dedo: transparencia pura. Aparece luego un cantus firmus de las altos, que será después contestado por las voces de hombres. Obra difícil de interpretar, obra asequible para el público curioso, obra siempre emocionante, espero el día en que pueda escucharla en concierto por un buen coro, pero no será fácil!
Y ya para terminar otra obra a capella, un auténtico “best seller” dentro de la música coral. Sin duda su obra más conocida e interpretada en el mundo coral, que merece una corta introducción: Rautavaara quería componer una obra con textos de García Lorca cuando recibió un encargo del coro Tapiola, un coro infantil de una calidad extraordinaria e inimitable. La obra fue escrita para voces iguales y en traducción finlandesa. Tiempo después Rautavaara realizó la versión que traigo aquí, la más interpretada, para voces mixtas y en castellano. Recoge varios poemas de Lorca y, modestamente, a mí me parece que Rautavaara demuestra perfectamente que a Lorca no solo le pueden cantar los flamencos, y que ha interpretado perfectamente el mundo misterioso y simbólico de Lorca, sobre todo en los poemas El grito y La muerte. Pero esto es una cuestión también de gustos, y reconozco que con un buen coro por en medio yo no soy imparcial… Que lo disfrutéis.
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