Era una reunión familiar muy simpática y que tengo todavía reciente. Entre los asistentes había un familiar a quien conozco poco pero admiro mucho. Oboista profesional, las pocas veces que nos habíamos visto había puesto a prueba su paciencia con conversaciones interminables sobre todo lo que tuviera que ver con la música. Docente e instrumentista en una orquesta suiza, acababa de dar un paso en su vida porque quería dedicar más tiempo a la docencia y dejar la interpretación orquestal para dedicarse a sus conciertos como solista. Me contaba en esos días que acababa de ganar una plaza para enseñar en el Conservatorio de una ciudad alemana cuyo nombre no importa ahora, pero que es uno de los grandes centros musicales germanos; se le veía contento y le preguntaba si para un francés era difícil ganar una plaza en Alemania; modesto, se quitaba importancia, pero me comentaba que entre sus competidores había tenido los solistas de las orquestas del Concertgebouw y de la Filarmónica de Berlín, que ya son palabras mayores. Como quiera que mi cara no debía traducir más que sorpresa y admiración, él le quitó importancia añadiendo que la parte interpretativa era la menos importante de todas, porque a partir de un determinado nivel interpretativo lo que realmente importaba era sobre todo el proyecto educativo, que fue realmente donde él puso toda la carne en el asador (supongo que los otros candidatos también).
Cuento esta pequeña anécdota personal para hablar de una noticia que ha saltado a la prensa estos días y que además lo ha hecho en la primera plana de la edición digital de El País. Que un tribunal no se ponga de acuerdo para cubrir una plaza en una Universidad o en un Conservatorio no es cosa nueva, que un tribunal se ponga de acuerdo para adjudicar la plaza a un candidato “amigo” tampoco. Por qué ha saltado la noticia entonces? No lo se, pero bien está que se hable de algo que no debiera ser normal y que tiene como una de sus consecuencias esa endogamia tan nefasta para la educación en España.
Invito al lector a leer las dos noticias aparecidas hasta hoy, la primera denunciando los hechos, la segunda anunciando la disolución del tribunal y la nueva convocatoria de las oposiciones. De todos los hechos narrados hay sobre todo uno que me interesa, y es precisamente el que nadie, ni el tribunal, ni el periodista y mucho menos los candidatos, pongan en cuestión la forma tan absurda de organizar la oposición, con una distribución del tiempo de 2 horas para un examen teórico, 2 horas para un concierto y solo un cuarto de hora para hablar de educación. Ese es para mí el mayor de los escándalos, que para ser catedrático de cuerda en todo un Real Conservatorio de Madrid el proyecto educativo solo cuente en un 11% del tiempo dedicado al examen. De estos polvos vienen muchos de los lodos de las orquestas españolas.
Lo dejo aquí y me voy con algo de música interpretada desde Holanda, donde los problemas musicales, que los hay, son de otro orden menos ombliguista. La violinista es Isabelle Faust, que me tiene rendido entre sus admiradores desde que tuve la ocasión de escucharla el año pasado en Santander.
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