viernes, 18 de septiembre de 2020

AMaPaTuTuLAA


  Tener un hijo que no crece y siempre tiene la misma edad parece cosa de chiste o de la imaginación de algún novelista, alemán o yo que sé, que luego hasta le hagan una película de la novela y le den premios. Pero créanme, lejos de todo eso, tener un hijo que siempre tiene los mismos años es una incomodidad, en realidad a veces un pequeño problema que puede complicarse; qué digo, es un problemón que a mí a ver si se me resuelve algún día porque estoy más que harto. Les contaré una pequeña anécdota para que se den cuenta.


  El día que mi hijo iba a terminar la escuela primaria andábamos algo ilusionados en casa. Era importante para nosotros, qué quieren que les diga. El caso es que mi hijo terminó y yo quise celebrarlo y después matricularlo para que pudiera empezar la Escuela Secundaria… pero ay! amigo, cuando tuve que pedir la partida de nacimiento para matricularlo resulta que su fecha de nacimiento había cambiado y mi hijo volvía a tener los años para el último año de primaria. Tuvimos alguna discusión subida de tono con la Administración, pero no me quedó más remedio que volverlo a matricular en Primaria. Yo ya veía que mi hijo tardaba en pegar el estirón que estaban pegando sus amigos, pero no le había dado más importancia. Ahora, cuando han pasado tantos años y mi hijo sigue anclado en primaria, lo veo todo con la resignación y la impotencia de quien no sabe qué hacer. 


  El caso es que yo he sido siempre un padre responsable y como tal he acudido a las reuniones de padres porque me interesa mucho la educación de mi hijo. Al principio intentaba no llamar mucho la atención, pero a medida que mi hijo repetía curso los demás padres se daban cuenta que yo conocía muy bien el colegio y el funcionamiento de la Administración; al final no me quedó más remedio que aceptar la presidencia de la Asociación de Padres de Alumnos. Lo que yo creí que sería un mero pasatiempos terminó por convertirse en una pesadilla. Todo empezó el día que una de las madres, que dicho sea de paso hay que reconocer que siempre eran mayoría en las reuniones, dijo aquello de que ya estaba bien de que se llamara APA, que las madres tenían que estar representadas; ese día yo llevaba un asunto importante que discutir sobre un periódico que querían escribir los alumnos, pero no hubo manera, empezamos a discutir, un padre y una madre casi llegan a las manos, aunque yo creo que era por otra cosa de sus parejas y algo que había pasado por ahí, pero no lo entendí muy bien. El caso es que a las dos de la madrugada, exhaustos y con ganas de irnos todos a casa, se decidió que la asociación pasaría a llamarse Asociación de Madres y Padres de Alumnos, AMPA. Pasó un año y luego otro, las cosas volvían a su cauce, el periódico de los alumnos nunca se llegó a publicar, hasta que un día vino un padre de esos que tienen ganas de guerra y dijo que él tenía tres hijas en el colegio y que si la asociación era AMPA sus hijas no estaban representadas; afortunadamente a mí, que ya llevaba muchos años presidiendo la cosa porque mi hijo seguía sin crecer, la pregunta me pilló ya curtido y dije inmediatamente que tenía toda la razón, y que la AMPA era mejor que se llamara AMPAA, de alumnos y alumnas, y que no había nada que discutir. Sonó un poco dictatorial pero al menos esa noche pude llegar a casa a una hora razonable y ver el documental de la 2, que es lo único que miro en televisión sin que se me acelere el ritmo cardiaco.


  Cayeron muchas hojas del calendario, mi hijo seguía en sus trece, no crecía y me insistía que no era culpa suya, yo ya no sabía qué hacer, pero seguía siendo el presidente de la AMPAA, hasta que por el horizonte apareció un chaval con alguna historia familiar un poco rara que nunca llegué a entender. El caso es que a las reuniones no venían sus padres, sino un señor que decía era su representante legal y que no paraba de meterse con todo lo que hacíamos, hasta que llegó el día que dijo que su representado no estaba representado en la AMPAA porque solo había madres y padres, y que él era el representante legal y que la asociación tenía que “actualizar” su nombre. Ni que fuéramos una aplicación del móvil, tuvimos que actualizarnos en esa misma reunión, porque el tipo se las sabía todas, debía ser abogado. Por entonces yo iba siempre precavido a las reuniones con un termo con café bien caliente, y bien que me hizo falta aquél día porque no fue hasta las tres de la madrugada que quedó establecido que la APA original, después AMPA y que ahora era AMPAA, pasaría a llamarse Asociación de Madres, Padres, Tutores y Tutoras legales de alumnas y alumnos, AMaPaTuTuLAA.


  Pasa el tiempo y yo empiezo a estar cansado. Este año le he insistido a mi hijo que por favor haga algo, pero que crezca de una vez, porque acaba de entrar en el primer curso una chavala monísima que es hija de dos mujeres que viven en pareja y yo ya no estoy para hacer reuniones largas discutiendo otra vez del nombre de la asociación, que a ver si crece un año y una vez en Secundaria puedo volver a pasar desapercibido, que es lo que siempre me ha gustado en esta vida.


  Por cierto, del periódico de los alumnos (y las alumnas) nunca más se supo.



PS: creo que es gratuito decirlo, pero cualquier parecido con la realidad, como comprenderá el lector, es solo fruto de su imaginación.


 

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