martes, 20 de octubre de 2020

Variaciones Goldberg


  Un aria, treinta variaciones y de nuevo el aria del principio, que ya solo será la misma en la partitura, pero que no podrá serlo ni en el intérprete ni en el público después de haber escuchado las variaciones. En pocas palabras esta es la estructura de las conocidas como “Variaciones Goldberg” de Johann Sebastian Bach, una de las obras más monumentales de la música para teclado y que parece escrita para colmar la satisfacción desde el oyente más profano hasta el erudito que nunca terminará de estudiarlas y encontrar cosas nuevas cada vez que vuelva a ellas. 


  La leyenda cuenta que el conde Hermann Carl von Keyserlingk de Dresde, que viajaba frecuentemente a Leipzig cuando Bach ya estaba establecido allí, encargaría a Bach una obra que pudiera aliviarle de sus largas noches de insomnio, y que sería interpretada por su clavecinista Johann Gottlieb Goldberg, que era a su vez un alumno destacado de Bach. De esta manera fue recogida en la primera gran biografía de Bach, publicada más de cincuenta años después de su muerte y cuya veracidad es puesta en duda hoy en día.


  Lo que sí podemos dar por cierto es que Goldberg era un buen clavecinista, alumno de Bach y probablemente sea justo que hoy conozcamos por su nombre las que en realidad se titulan “Aria con diversas variaciones para clave con dos teclados”. La precisión de los dos teclados no es banal, puesto que la partitura obliga al intérprete en varias ocasiones a cruzar sus manos, algo que en la época no se hacía sobre un único teclado como tenemos costumbre de ver hoy en día  a cualquier buen concertista de piano.


  Tratándose de una obra de Bach y siguiendo la tendencia de las últimas décadas, se diría que estas variaciones tendrían que ser siempre interpretadas al clave, pero la realidad es más tozuda a veces de lo que parece. Pero vayamos al principio, el aria suena así en una de las mejores versiones para clave que se hayan grabado, la de Gustav Leonhardt:


  Pero si hay una versión de estas variaciones que ha sido la referencia para muchos de nosotros, es sin duda la de Glenn Gould, raro entre los más raros de los seres humanos, no solo de los músicos, y eso es mucho decir. Con esta versión descubrí yo esta obra hace ni me acuerdo cuantos años y todavía la sigo escuchando con enorme interés:



El vídeo de Gould nos ha permitido escuchar las primeras variaciones, con una toma magnífica en la quinta de ellas para verle cruzar las manos, esta vez sobre un solo teclado. Lo primero que llama la atención al escuchar ya la primera de las variaciones es que no es posible encontrar la melodía del aria; el asunto es sencillo viniendo de Bach: las variaciones no están construidas a partir de la melodía, sino a partir del bajo en la mano izquierda. Animo al lector a volver sobre los dos vídeos anteriores y volver a escuchar el aria pero prestando ahora atención a la “voz” grave, la de la mano izquierda. Es a partir de dos grupos de ocho compases (16) que se construirá el total de la obra (1+30+1=32); en Bach es siempre bueno prestar atención a las matemáticas.


Pero seguimos con más cosas. Una de las peculiaridades de la música de Bach es que digiere (casi) todo tipo de interpretaciones y de arreglos para otros instrumentos. Siguiendo con el ejemplo del aria, he encontrado algunos hermosos ejemplos de esto que digo, y que el oyente con tiempo, curiosidad y paciencia puede comprobar y juzgar por sí mismo, por ejemplo con este arreglo para dúo de guitarras, o este otro para cuarteto de cuerdas, un grupo de flautas barrocas (y que nadie se asuste por el tamaño de la más grande de ellas), pero también las variaciones han servido para algunas coreografías, como esta clásica de Jerome Robbins con la variación 25, o para presentar la música de una manera poco acostumbrada en el siempre rígido mundo de la música clásica:



Si el lector no está todavía fatigado de tantas versiones, me permitiré recomendar una última versión que es la que ha motivado esta entrada. Se trata de la reciente grabación de Lang Lang, un pianista de técnica excelsa, tanto que se permite ralentizar el tempo hasta el límite de lo posible con un piano, algo al alcance solamente de su técnica. Que nadie busque en esta versión una supuesta pureza barroca, Lang Lang no solo estira el tempo sino que añade rubatos de su propia cosecha, lleva la obra de Bach a su propio territorio para allí derretirnos con música de muchos quilates. A cada uno de elegir entre todo este bosque.







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