domingo, 5 de septiembre de 2021

Una misa para doble coro



 Compuso la obra va a hacer pronto un siglo, la consideró como un acto religioso más que musical y no la hizo pública, la dejó en un cajón de su escritorio. Sorprende escuchar la Misa para doble coro de Frank Martin y saber que una de las obras capitales del siglo XX para coro a capela permaneció cuatro décadas en un cajón sin que nadie salvo su autor supiera de su existencia. Fue ya en los años 1960 cuando Martin cedió una copia del manuscrito para una primera interpretación en Hamburgo en 1963. Aun pasarían unos años más hasta que se publicó la primera edición de la obra en 1972, pasando inmediatamente a convertirse en la pieza deseada de todo coro que se precie. Convertida hoy en un auténtico clásico de la música coral del siglo XX, es obra habitual de los grandes coros y afortunadamente goza de lo que podemos llamar buena salud, al menos en los países con gran tradición coral; hoy contamos con unas cuantas buenas grabaciones de coros provenientes de Suecia, Noruega, Alemania o Países Bajos, por poner unos ejemplos.


En una entrevista de 1970 Frank Martin diría que esta Misa es una composición enteramente libre que él escribió como un asunto entre Dios y él mismo, un “diálogo” que duraría los cuatro años que van de 1922 a 1926, que son los que tardó en componerla . Fue después de un viaje a Roma que Martin decidió ponerse manos a la obra y, cosa extraña en un calvinista hijo de pastor calvinista, eligió el texto latino para escribir la Misa basándose en el ordinario de la misa católica. A partir de una aparente simplicidad y basándose en elementos gregorianos, la Misa para doble coro obliga a los intérpretes a un ejercicio de concentración y a un equilibrio de la tensión-relajación como solo se da en las grandes obras. Las posibilidades que tenemos hoy en día nos permiten acercarnos de diferentes maneras, yo lo hice directamente partitura en mano con el Sanctus durante un curso de dirección coral. Pero yo recomiendo al lector que se lance al ruedo y se atreva con la obra entera, un acto de escucha concentrada, aislado de todo, que comenzará con el intimismo del Kyrie, transitará por la belleza del Gloria y el Credo, culminará con la exhuberancia del Sanctus, y concluirá con la intimidad del Agnus Dei, una obra en sí mismo que goza de su introducción, desarrollo, clímax (miserere nobis) y la resolución mágica con el texto dona nobis pacem, un remanso de paz que pone fin a la obra y donde a mí se me eriza la piel cada vez que llego. 


Este vídeo es del Coro de Cámara de Holanda, el Nederlands Kamerkoor como a mí me gusta decir, uno de esos coros que un buen amigo (y gran director) suele llamar “un rolls”. El director es Peter Dijkstra, dos metros de director de gran talento. La versión es de las buenas y, repito, merece la pena ser escuchada en buenas condiciones de una tacada.



Y para los más atrevidos, partitura en el vídeo, dejo una de mis versiones preferidas, la del RIAS Kammerchor berlinés dirigido por Daniel Reuss, casualidad o no, holandés como Dijkstra, de una generación anterior y para mí uno de los genios actuales de la dirección coral. 




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