domingo, 23 de junio de 2019

Historia de una ballena blanca



“Mi mundo está rodeado de silencio. Ningún ser se queja, grita, gruñe o chilla bajo la superficie, y solo los seres mayores interrumpimos a veces el silencio. Yo, que soy de la especie de los cachalotes, dejo escapar mi chasquido, las ballenas azules y las calderón se orientan y guían mediante una serie de armónicos cantos que alegran la soledad nocturna, y los veloces delfines se convocan para sus largos viajes con silbidos que mantienen unido al grupo. En la profundidad marina no se oye nada más. En la superficie, en cambio, es incesante la voz del viento, del choque de las olas, el graznido de las gaviotas y cormoranes y, a veces, la voz del ser menos apto para vivir en el mar: el hombre.”

Aparece de nuevo Luis Sepúlveda en mi camino, afortunadamente, cuando menos lo esperaba, y me encuentro con lo último que le ha publicado Tusquets en España: Historia de una ballena blanca. En este relato vuelve Sepúlveda con uno de sus temas preferidos, ese amor inmenso por la naturaleza, por el medio ambiente, y da voz una vez más a los animales, los verdaderos protagonistas de este relato. 

Historia de una ballena blanca bien pudiera haberse titulado la cara oculta durante tantos años de Moby Dick. Esta ballena blanca es en realidad un cachalote, el más grande de los animales marinos, que recibe el encargo de proteger a la Gente del Mar, hombres que necesitarán ser protegidos de esos otros hombres que vienen en grandes barcos a cazar ballenas. Aparecen en el relato tres viejas damas de larga cabellera que llamarán a la ballena blanca cada vez que fallezca alguien y, a la noche, convertidas ellas también en ballenas, llevarán el cuerpo a la isla donde deben ser enterrados la Gente del Mar. 

Historias, secretos, leyendas, van circulando entre las ballenas y van pasando de generación en generación, hasta que la voracidad sin límites de esos otros hombres venidos de lejos pongan en peligro la convivencia y la propia existencia de las ballenas y la Gente del Mar. 

Si hay algo que Luis Sepúlveda sabe hacer es contar una historia y darle protagonismo a los animales. Tal y como me acostumbré desde el primer relato que le leí, la Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, no se trata solo de dar voz a las ballenas en este caso, sino de hacer que el lector pueda pensar como una de ellas. Sepúlveda, en línea directa con la naturaleza, nos lo explica con una claridad tal que al final del libro uno no puede más que lamentar lo malacostumbrados que podemos estar de vivir tan lejos de toda la naturaleza viva que nos rodea.

Historia de una ballena blanca está publicado justo después de la Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud, que yo descubrí en francés cuando no se había publicado aún en castellano porque, según leí en algún sitio, Sepúlveda no deja que se publiquen sus libros en castellano si no se le garantiza una edición barata en América que pueda estar al alcance de la mayoría de los bolsillos. Conociendo ligeramente su andadura personal, desde su salida intempestiva del Chile de Pinochet, su militancia en Greenpeace pasando por su compromiso con las causas sociales y medioambientales, su reivindicación a través de sus artículos y de sus novelas, concluiremos que Luis Sepúlveda es un hombre de nuestro tiempo, además de un gran escritor.


Qué música para este relato? Buscaba algo que hizo Jan Garbarek a partir del sonido grabado de las ballenas, pero no lo he encontrado. Decido volver a mi primera lectura de Luis Sepúlveda, esa Historia de una gaviota… de la que hablaba más arriba, y como la gaviota del principio de la novela, herida por una mancha de petróleo en el mar, vengo con la más cercana de todas las gaviotas heridas, la de María del Mar Bonet (gracias Juan!).


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