“Estoy en el cuarto de baño, cepillándome los dientes, y siento detrás a un ser que está siguiendo mis pasos. Son los restos de mi padre y de mi madre muertos, se agarran a mi soledad, se incrustan en mi pelo, sus minúsculas moléculas fantasmales siguen el paseo de mis manos y de mis pies por el cuarto de baño, sostienen a mi lado el cepillo de dientes, miran cómo me cepillo los dientes, leen la marca de la pasta dentífrica, observan la toalla, tocan mi imagen en el espejo; cuando entro en la cama, se ponen a mi lado, cuando apago la luz oigo sus murmullos, y no siempre son ellos, pueden venir con fantasmas enfermos, con fantasmas sucios, horribles, enfurecidos, malignos o benignos, da igual, el hecho de ser fantasma supera al bien y al mal.
Fantasmas de la historia de España, que también es un fantasma.
Me acarician el pelo mientras duermo.”
El asunto es bastante sencillo y fácil de explicar. Uno descubre autores por propia iniciativa, a veces por consejo de algún amigo (Juan: eres el mejor para esto) y, por qué no, a veces porque la mayor librería de la ciudad donde vives organice un encuentro con el autor y te animes a leerle. Esto es lo que me pasó con Manuel Vilas y Ordesa, que ya había tenido un gran éxito en España, y yo he llegado hasta él solo cuando la impagable librería Ombres Blanches de Toulouse, ciudad en la que vivo, organizó un encuentro con él para presentar la edición francesa. De la misma generación que el autor, me sentí rápidamente identificado con muchas de las cosas que contaba sobre su infancia y la relación con sus padres. Lo más sorprendente del encuentro con un público francés fue atender a los comentarios de algunos de las asistentes que, sin ninguna relación con España, probablemente con bastante desconocimiento del país que describe Vilas, sin embargo manifestaban su agradecimiento por haber sabido hablar de forma tan universal sobre la relación con los padres; sin ser escritores alguno contaba que escribía para comunicarse con sus padres fallecidos, fue para mí la evidencia de lo que ya había presentido durante la lectura de Ordesa, y es que Manuel Vilas teje una historia muy personal, intransferible lo que cuenta de su madre o de ciertas manías de su padre, que contaba con humor en la presentación, pero que son completamente universales y que todo lector es capaz, de una u otra manera, de llevar a su experiencia personal. Si quieres ser universal pinta tu pueblo, escuché alguna vez, y eso es lo que hace Manuel Vilas.
El encuentro del que hablo tuvo lugar en Toulouse en octubre pasado. Se ha escrito mucho sobre Ordesa y su tremendo éxito editorial, me pareció que tendría poco que añadir a lo ya publicado, no escribí entonces y además Manuel Vilas ha tenido un premio importante por Alegría que le ha dado más publicidad. Imposible decir algo que ya no se haya dicho, por eso rescatando cosas de 2019 me limito ahora a dejar uno de sus pasajes y, cómo no, una música sin saber explicar muy bien por qué esta y no otra, pero desde luego tiene que ver con Ordesa, como todo lo de Wagner y de J.S. Bach. Y como las cosas buenas te llevan a otras, en aquel encuentro conocí a dos visitantes de Barbastro, amigos de Manuel Vilas, que estaban de paso, Fernando y Esther, espero que vuelvan por Toulouse.
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