Escondida entre la popularidad de la Quinta con sus acordes insistentes desde el principio, y el monumento que es la Novena con el desafío de incluir un coro por primera vez, la Séptima sinfonía de Beethoven es menos conocida pero no por ello menos querida por las buenas orquestas. Escrita para una formación y tamaño ya modernos, mayor presencia de las cuerdas, maderas dobladas, metales, timbales… Beethoven va a utilizar magistralmente todos los recursos de la orquesta como instrumento, tanto por las posibilidades dinámicas como tímbricas. Solo grandes orquestas con grandes directores podrán sacar todo el partido a una partitura que, en un concierto en vivo, no debe dejar nunca indiferente al público.
De las versiones que he escuchado me ha parecido interesante traer una que reúne a mi entender no pocos atractivos. Es un concierto en vivo de la West Eastern Divan Orchestra que fundaran Edward Said y Daniel Barenboim, y a la que intentaré dedicarle una próxima entrada. Dirige, por supuesto, Barenboim, en un concierto de los Proms de Londres de 2012, en el Royal Albert Hall, una sala enorme para un concierto sinfónico, demasiado grande para poder llenarla fácilmente de sonido. Barenboim utiliza una orquesta con 8 contrabajos y las maderas por cuatro, aunque sospecho que las razones no están relacionadas solo con el tamaño de la sala, sino con el deseo de buscar una densidad sonora que le va como un guante a esta sinfonía, a la vez que pone el desafío para los jóvenes instrumentistas a un nivel más alto, la necesidad de conjugar esta densidad sonora con la explosión de un tempo vivo.
Propongo una escucha atenta de la sinfonía a partir del vídeo de este concierto, a cada uno de encontrar las condiciones más adecuadas, con altavoces o con cascos, y si es posible, leer tranquilamente lo que viene a la vez que se ve el vídeo (una buena pantalla de ordenador ayuda, en el móvil esto es más difícil). Pero insisto, esta obra son palabras mayores y requieren de una escucha concentrada y sin interrupciones.
En el principio es una introducción, que tratándose de Beethoven está escrita a conciencia: se elimina la introducción y pierde sentido toda la sinfonía; un acorde imponente da lugar a un solo de oboe, seguido de clarinetes y maderas, donde desarrollan la melodía de toda esta introducción en la que Beethoven se permite nada menos que desarrollar un pequeño juego de imitación en la cuerda a partir de 1:06, comenzando por los impresionantes contrabajos y subiendo hasta los violines. Prestad atención al juego en 2:02 donde se escuchan de nuevo de fondo los contrabajos preparando una tensión que va en aumento hasta la aparición de la flauta en 2:50. A partir de 3:30 empieza una transición que culmina ya con la sinfonía a partir de 4:10, con la flauta y el primer tema de la sinfonía, un Vivace lleno de energía y vitalidad. Flauta más oboe y después con toda la madera, contestación de la cuerda y un tutti brutal, beethoveniano. Disfrutad del crescendo en 5:45, repetido, que no es más que un inicio de una transición que culmina en 6:58 con una exposición diferente del mismo tema. Es curioso contrastar el legato de una melodía con la intervención casi percusiva de una cuerda que, físicamente, está más llamada al legato que a la percusión! A partir de 8:00 es la orgía total, el tema con toda la orquesta en todo su esplendor, no solo en volumen sino en colores, con el oboe volviendo a la carga en 9:05, juego de nuevo con la flauta y el clarinete. A partir de 9:45, esa repetición llena de vida, esos contrastes entre la potencia de los tutti y la repetición de solo una familia para llevar a la apoteosis a partir de 10:28. A partir de 11:15 prestad atención a las cuerdas con ese obstinato que viene de los contrabajos para añadir una tensión que se verá liberada en el tutti que sigue y culmina el primer movimiento.
El segundo movimiento es sin duda el más cautivador y también el más ambiguo. Indicado como “Allegretto” en la partitura, el tempo y el tema dan más para la nostalgia que para otra cosa. Creo que es el más conocido y no me voy a entretener mucho. Por encima de los acordes surge en 13:11 en los violonchelos la primera melodía que volará todo el segundo movimiento por encima de los acordes insistentes que volverán una y otra vez. Responden los violines a los chelos. Sigue un tutti con toda los vientos a tope, el timbal subrayando la importancia del momento, y en medio de todo esto Beethoven se permite a partir de 16:00 un juego entre el clarinete y la trompa, después la flauta y el oboe, que alivian completamente la tensión para volver a la carga a partir de 17:08 de nuevo con el tema flauta-oboe. Tension - relajación, tal es la ecuación del buen intérprete romántico que anticipa el sinfonismo posterior de Bruckner. En medio de todo esto, el maestro se permite una pequeña fuga en la cuerda a partir de 18:10, cuestión de subrayar que como buen alumno ha estudiado bien a Bach, pero inmediatamente se deja de juegos y vuelve al tutti en 18:58. Y una coda final a partir de 20:15, un pequeño resumen hitchkoniano por si alguien se ha perdido!
El tercer movimiento es un Presto al que se le incrusta en medio una pequeña melodía austriaca (23:27) que en manos de Beethoven es cualquier cosa menos algo inocente: las maderas cantan la melodía mientras las cuerdas van anunciando que están a la espera para volver a otra culminación beethoveniana en 24:30. El juego seguirá durante todo el tercer movimiento con estos juegos entre el presto y la melodía austriaca.
El cuarto movimiento es un Allegro con brio con todas sus consecuencias. Energía a raudales, tensión liberadora por todas partes. Como siempre, interesante el juego entre cuerdas y maderas, con los metales detrás apoyando y los timbales para subrayar que la juerga es completa. Hacen falta músicos con muchas virtudes para tocar este movimiento a este tempo y con esta intensidad. Barenboim los tiene a mano, lo sabe y saca de ellos lo mejor. Juega con ese silencio expectante después de los acordes de timbal (32:57). No hay mucho más que decir: orgía y desenfreno a raudales para disfrutar hasta el final, con las trompas gamberreando en 35:25.
Y si el lector ha llegado hasta aquí y, sobre todo, ha escuchado hasta el final, le animo a seguir escuchando y jugando a comparar otras versiones, un juego más que divertido cuando se trata de una obra como esta.
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