La buena memoria y una casualidad me brindaron hace unos días el asunto para esta nueva entrada. Con esta época en la que algunos hemos de trabajar desde casa, y lo que nos queda, a mí me toca muchos días comer solo, aunque sería más justo decir que lo hago en compañía de un gato glotón y de la radio, que en mi caso es casi como decir France Musique, la emisora que habitualmente escucho; para entendernos, es el equivalente de la Radio Clásica española, Radio 2 que decíamos hace años, y que en el caso de la emisora francesa cumple perfectamente el papel de servicio de una emisora pública, dicho esto sin perjuicio de Radio Clásica que no se muy bien por donde anda ahora, hace tiempo que no la escucho más que esporádicamente cuando viajo en coche a España.
Con France Musique como compañera inseparable desde hace algún tiempo, escuchaba un programa dedicado a música española cuando sonó una canción del Renacimiento en la voz de Victoria de los Angeles, que yo reconocí de un triple CD que compré hace ya algunos años. La presentadora del programa confirmaba al final el título de la canción, Paseábase el rey moro, un romance para voz y vihuela que había sonado como ya he dicho en la voz de Victoria de los Angeles y el acompañamiento a la guitarra de Laura Almerich… No tardé mucho en saltar de la silla e ir a la estantería a recuperar el álbum y consultar la carpeta: efectivamente en el disco acompaña a la soprano el grupo Ars Musicae de Barcelona, en una grabación de 1968, y del que formaba parte entonces Laura Almerich. Se me activó entonces la memoria, en perjuicio de un estupendo guiso que se me quedó frío, porque la curiosidad me llevó a lo que era urgente e importante para mí en ese momento: confirmar que Laura Almerich y Laura Aymerich eran la misma persona. La integrante del grupo Ars Musicae en 1968 pasó un tiempo después a colaborar con Lluis Llach, que le dedicó una de las canciones más bellas que ha escrito.
Y hoy que puedo escribirte una canción
recuerdo cuando llegaste
con el misterio de los sencillos,
inquietos los ojos, el cuerpo altivo.
Con la sonrisa de tus dedos
llenaste mis acordes
con cada nota de tu nombre, Laura.
Me es muy difícil recordar
cuantos escenarios han vivido
nuestra angustia por el hoy,
nuestra alegría por el mañana...
En casa, entre tantos compañeros,
o en un triste exilio allende el mar
nunca ha faltado tu aliento, Laura.
Y si el azar te lleva lejos
que los dioses guarden tu camino,
que te acompañen los pájaros,
que te acaricien las estrellas.
Y en un rincón de esta voz
mientras pueda hacerla oír
siempre estará escondido tu sonido, Laura.
Vuelvo sobre el álbum de Victoria de los Angeles, y en mi búsqueda por internet para ilustrar la entrada encuentro este vídeo donde alguien ha puesto el disco entero, pero en un vinilo y en su publicación original de 1968. Como se entretiene en mostrar la carpeta que acompañaba el LP, ese lujo que es el único atractivo que yo le veo a los vinilos frente al CD, podréis ver, cosas de la época y de cuando los políticos no hablaban de lenguas vehiculares, que Aymerich está puesto como Almerich, pero además podréis ver que aparece a la viola da gamba alguien llamado Jorge Savall, que debía andar por la veintena y que tiempo después se marchó a Basilea a completar su formación, lo de Hesperion XX, la Capilla Reial y todo el trabajo inmenso de recuperación de patrimonio musical llevado a cabo junto a Montserrat Figueras vendría con los años.
Cuando Laura falleció en junio de 2019 yo leí el obituario y recuperé la canción de Llach, pero no supe hacer la relación con el disco de Victoria de los Angeles, a pesar de que en su momento había leído a fondo la carpeta y había reparado en la participación de Jordi Savall, que aparece como tal ya en la reedición que yo tengo en casa, que es de 1998. Lo que no supe hacer entonces lo ha conseguido ahora un programa de radio y la compañía de un gato que reclama comida sin parar.
Os dejo con la deliciosa voz de Victoria de los Angeles y esta grabación de unos pioneros en esto de la música antigua, Ars Musicae de Barcelona; escuchada con el oído de ahora la interpretación puede chocar, es cierto, pero a mí me parece llena de encanto y en cualquier caso es un testimonio irremplazable de lo mucho que se puede hacer incluso en tiempos de desierto cultural como fueron esos años.
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