sábado, 6 de marzo de 2021

Crónicas de Marte

 

  Sin llegar a la importancia de lo que sigue siendo el momento más importante de la conquista espacial, la llegada del primer hombre a la luna, el aterrizaje en Marte del Perseverance, ese vehículo sacado de cualquier película ficción pero que es tan real como algunos de los vídeos y las imágenes que ya están circulando, invita a varias reflexiones y está dando ya que hablar en foros de todo tipo.


Para empezar hay que reconocer la capacidad que tiene la NASA de hacer de algunas de sus misiones unas campañas publicitarias que ya quisieran muchos vendedores para sí. Añadir unas horas después las primeras imágenes en color del planeta y rápidamente el vídeo con el descenso y aterrizaje completan una campaña que ha tenido éxito en el momento más complicado y seguramente de más riesgo de toda la misión. Pero es preciso recordar que no es el primer vehículo que la propia NASA ha posado sobre Marte, aunque sí el más complejo, y que en pocos meses la Agencia China aterrizará su propio vehículo. Por qué entonces tanta publicidad y euforia? Mi impresión personal es que estamos solo en el principio de una exploración planetaria que va a durar varias décadas, y que para poder continuar con ella va a hacer falta dinero, mucho apoyo político y algunas cosas más de las que hablo seguidamente.


Perseverance es un proyecto de la NASA al que han podido sumarse unos pocos países, fundamentalmente Francia, Noruega y España, que han aportado algunos de los instrumentos. Su misión no es otra que escoger unas muestras de tierra que nos den información sobre la posible existencia de algún tipo de vida en un tiempo muy remoto. Las muestras serán primero seleccionadas y después guardadas en unos pequeños tubos. Esto es solo el comienzo de lo que podríamos considerar una epopeya marciana en tres fases. Según un acuerdo firmado entre las agencias espaciales norteamericana y europea, NASA y ESA, en 2026 comenzará la segunda fase, con un nave norteamericana que aterrizará en Marte para dejar un vehículo ligero de la ESA, llamado Fetch Rover, encargado de recoger las muestras del Perseverance, un máximo de 43 tubos con algo de tierra marciana y, quién sabe, algún resto de bacteria que pueda indicar si hubo vida en Marte en un tiempo más o menos lejano. Una vez recogidas las muestras, el vehículo se dirigirá a una plataforma sobre la que habrá un pequeño lanzador de cerca de 3 metros, el Mars Ascent Vehicle, que en lo que podemos llamar tercera fase de esta aventura llevará el contenedor con las muestras hasta un satélite ESA-NASA que estará en órbita de Marte, y que después de recibir y sellar el contenedor emprenderá un viaje final hasta aterrizar en el desierto de Utah en Estados Unidos, algo que no ocurrirá antes de… 2031, tal es el espacio de tiempo que necesita una misión tan compleja como traer unas muestras de Marte hasta la Tierra.





Lo que he descrito en unas pocas líneas y que suena a auténtico relato de ciencia ficción va a suponer un reto tecnológico enorme. Conocemos las leyes para enviar objetos a orbitar el planeta Marte, sabemos lo que hay que hacer para aterrizar allí, y por primera vez vamos a recoger muestras y después traerlas, es decir que habrá que volver a aterrizar en Marte y, sobre todo, habrá que despegar de allí. Para comprender la complejidad de esto último nada mejor que una conocida anécdota del primer viaje a la luna. Las constantes vitales de los tres astronautas estaban siendo controladas desde la Tierra en algunas de las estaciones de seguimiento de la misión, entre otras la de Robledo de Chavela, cerca de Madrid; el entrenamiento al que habían sido sometidos los astronautas les sirvió para conservar la calma en todo momento, incluso en el alunizaje y cuando el primero de ellos pisó la luna, pero hubo un momento en el que el corazón se les aceleró sin freno: fue en el momento más crítico de la misión, el momento de despegar de la luna, porque simplemente nunca se había podido probar ese despegue del único motor disponible en esas condiciones ambientales y de gravedad. En el mundo espacial los ingenieros utilizan una máxima: “test as you fly, fly as you test”, o lo que es lo mismo, prueba los equipos en las condiciones que van a volar, y hazlos volar en las condiciones en que los has probado. Pero eso tiene sus límites y uno de los más obvios es que las condiciones de gravedad y densidad atmosférica de la luna no se pueden reproducir en la Tierra, algo que Armstrong y Aldrin sabían de sobra (el tercer astronauta, Collins, estaba dando vueltas alrededor de la luna, en la nave Columbia que les traería de vuelta a la Tierra). De toda esta aventura marciana de la que Perseverance es solo la bandera de la primera fase, habrá sobre todo una operación arriesgada que nunca se habrá podido probar en sus debidas condiciones: el despegue del Mars Ascent Vehicle que contendrá las muestras tomadas para ser analizadas en la Tierra.




Más allá del interés científico de esas muestras de Marte y lo que nos puedan decir del pasado del planeta, y de lo que esto podría ilustrarnos sobre nuestro propio planeta, hablar de Marte y de la exploración espacial es llevar el debate hacia una futura presencia humana en Marte, algo que ya ha sucedido en la literatura y en el cine, pero que en la realidad llevará un poco más de tiempo. Por ahora lo que está previsto es volver a la luna, para lo que ya existen proyectos en marcha, y que pueden suponer una etapa intermedia de aprendizaje antes de dar el paso con Marte. Hasta donde yo sé no existe todavía un proyecto ni por parte de la ESA ni de la NASA para llevar al hombre a Marte, sin embargo existe una colaboración ya en marcha para ir a la luna e incluso construir una pequeña base lunar, y no faltan ideas para construir incluso una pequeña constelación orbitando la luna para poder tener comunicaciones de forma continua, e incluso construir un pequeño sistema de navegación lunar al estilo de nuestro GPS o del sistema europeo Galileo. Estoy hablando de proyectos existentes, con gente ya trabajando en ello, y también de ideas perfectamente realizables, puesto que el conocimiento técnico acumulado en las últimas décadas nos permite soñar con todo esto. Ir y pasear por Marte, es mi opinión, vendrá después, bastante después.


Desde mi punto de vista toda esta ambición por conquistar nuevos límites es muy razonable y van de la mano de nuestra propia existencia como especie, de nuestro desarrollo y de nuestra evolución; el ser humano siempre ha ensanchado sus límites y su conocimiento y quiere seguir haciéndolo. Cabe preguntarse en cualquier caso si es deseable y qué precio estamos dispuestos a pagar. En mi modesta opinión hablar de una conquista de Marte, o de una colonización de Marte como algún iluminado se ha apresurado a decir, es algo lejano en el tiempo por necesidad y muy costoso si se quiere hacer con un nivel de riesgo razonable para los implicados. No podemos olvidar que la atmósfera en Marte no tiene nada que ver con la de la Tierra, es imposible, inimaginable, que un ser humano pueda pasearse por Marte sin una protección del tipo de las que vemos actualmente en los astronautas. La presión atmosférica, la ausencia de oxígeno para respirar, las radiaciones solares, por no hablar de las temperaturas extremas del planeta Marte, hacen que la presencia humana solo sea posible en una base cerrada y protegida del exterior, y que los paseos por el planeta solo sean posibles enfundado en un traje espacial. A día de hoy yo veo cierta prudencia tanto en la NASA como en la ESA, y algo de bravuconería, por decirlo suavemente, en algún empresario mil-millonario que demuestran tanta alegría con querer llevar a alguien a Marte como falta de respeto muestran con el medioambiente de nuestro planeta, que no dudan en esquilmar como si eso no tuviera remedio y fuera parte inherente de nuestra existencia. En la actualidad el sector privado está ocupando cada vez más importancia en todo lo que tiene que ver con el mundo espacial, ya sea en las telecomunicaciones por satélite como en la exploración humana y los viajes a la Estación Espacial Internacional (ISS), pero yo espero y deseo que algo como la exploración de Marte, por sus implicaciones también para nuestra vida en la Tierra, queden dentro del ámbito de lo público que a día de hoy representan agencias espaciales como la ESA y la NASA.




En cuantos debates he podido seguir entre un público no especializado hay siempre una pregunta que sobrevuela el ambiente, y no es otra de para qué queremos ir a recoger nada de Marte cuantos tantos problemas hay en la Tierra, y si no sería más lógico mantener el planeta Tierra con vida antes de ir a ningún sitio. Es un debate recurrente, a mí me parece que complejo y que no admite respuestas fáciles. Digamos que Perserverance se inscribe dentro de un proyecto muy ambicioso para intentar conocer cosas de Marte que nos ayudarían a conocer cosas del planeta Tierra y de cómo la vida ha surgido y evolucionado, al menos así lo creemos. Naturalmente que podemos vivir sin respuestas a estas preguntas, pero eso es algo inimaginable en la cabeza de un científico: el conocimiento nunca está de más, y conocimiento llama a conocimiento por la sencilla razón de que conocer más es hacerse todavía más preguntas; por cada cosa que aprendemos vemos muchas más que nos faltan por saber, y ese ha sido el motor de la Humanidad a lo largo de la Historia. Queda el tema del dinero y si no sería mejor dedicar los presupuestos a otras cosas, pero eso tiene respuesta fácil si miramos los números: Perseverance ha tenido un coste de unos 2.230 millones de euros, en su mayor parte puestos del bolsillo del contribuyente norteamericano. Por supuesto es mucho dinero, es muchísimo, o no tanto, todo depende de con qué lo comparemos; estamos hablando de una misión en la que han trabajado cientos de ingenieros y operarios de varios países durante bastantes años, y que van a seguir trabajando y dando trabajo a muchos científicos si todo sale como se espera; como comparación, es solo un poco más que el presupuesto pre-Covid de un año de los clubes de fútbol Real Madrid y Barcelona.


Una buena amiga que también trabaja en este gremio, de origen argelino, me decía un día que para qué vamos a buscar vida en Marte si la estamos dejando morir en Africa. Es un choque moral y un contra sentido, yo lo sé, pero antes que pensar en parar este tipo de investigaciones, que como he explicado se llevan menos dinero del que parece, haríamos bien en parar de una vez por todas la investigación y la producción de armas, algo que sí tiene una relación directa con muchos de los problemas que padece esta Humanidad que no se salvará con ningún viaje a Marte, lo diga Elon Musk o su porquero, pero que sí puede aprender mucho todavía sobre sí misma.


Termino como siempre con música, donde había varias alternativas bastante obvias. He escogido Marte, de la suite Los planetas de Gustav Holst, en una versión que demuestra que la presencia de la mujer en la interpretación de música clásica es ya una realidad. Y siendo la música que es, tras escuchar esta versión llena de nervio, podríamos casi decir que… las chicas son guerreras. 


PS: acerca de las fotografías, el lector avisado ya habrá comprendido que la primera es solo una simulación del aterrizaje del Perseverance, que ayuda a comprender mejor la secuencia en vídeo del aterrizaje; son esos cohetes que frenan hasta dejar el vehículo posado en Marte los que levantan la nube de polvo que todo lo envuelve. Las otras dos son fotografías reales, una de ellas corresponde al primer paseo de prueba que ha dado el Perseverance y pueden verse sus huellas en el suelo.


2 comentarios:

  1. Cada cierto tiempo renace la idea de una misión tripulada a Marte. Marte es pequeño, pero no es la Luna (gm=3,7 m/s² vs gl=1,6 m/s²) . Si ya supone un problema elevar una pequeña carga de 46 probetas, lo que sería de tener que elevar a una tripulación, no ya por el peso de los pasajeros, sino de todos los equipos necesarios para mantenerlos con vida. Y tanto el cohete como el combustible tienes que sacarlos previamente de la gravedad terrestre. Y lo más terrible es ¿para qué? Un espectáculo de exaltación nacional, pues los astronautas no podrían hacer nada que no pudiera hacer un vehículo robotizado, vehículo que puedes dejar abandonado en Marte sin que suponga un dilema ético.
    Pensándolo bien, la misión del Apolo 11, en aquella época, fue un prodigio de escala inimaginable, y salió bien por el canto de un duro.

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    1. Bueno, no sé. No tengo ahora cifras para darte, pero la idea general es que para el programa Apolo hubo mucho, mucho dinero. Eso y una generación de técnicos muy vocacional, algo que solo sucede en situaciones pioneras.

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