A Julio, sin cuya ayuda y amistad sin límites esto no hubiera sucedido nunca.
En uno de mis últimos comentarios en facebook, una vez más alguien me reprocha que publique un perfil sin poner una foto, como si verme la cara hiciera más fácil volar los insultos (a menudo) o los elogios (pocas veces). Lo cierto es que no pongo foto porque lo que veo cuando miro al espejo no me gusta, y no entiendo por qué habría de compartir algo que a mí no me gusta. Como quiera que la persona que me hizo el comentario, y a quien no conozco personalmente, lo hizo de buen grado y con buenos modales, algo inusual en la cuadra verbal que es fcbk, vengo con una foto mía de las más recientes, y de paso aprovecho para contar algo pues la foto merece una explicación.
Corría el año 1985 cuando yo cantaba en el coro de la Universidad Politécnica de Madrid, universidad en la que estudiaba entonces. Nos habían propuesto participar en la grabación de la música de La corte del faraón para una película que se iba a rodar, yo no sabía donde ni cuándo ni nada más, cosas de los despistes de uno. La grabación fue algo pesado, como suelen ser las grabaciones, siempre repitiendo lo mismo buscando encajar con el gusto de técnicos, artistas y productores; además, en este caso cantábamos sobre una música orquestal ya grabada, con la incomodidad de los cascos y sin poder oír como es debido a tus compañeros. En alguno de los descansos aparecieron por el estudio un grupo de gente que resultó ser el director de la película acompañado de su séquito. Se dedicaron a mirarnos mientras grabábamos y al final algunos del coro fueron invitados a participar en el rodaje como extras, pues una parte de la película era la propia representación de la zarzuela. No fue mi caso, a mí no me escogieron, y ni corto ni perezoso mi amigo Julio se fue a discutir con alguien, que luego resultó ser Gómez Pereira, para que me incluyeran en la lista. Mi amigo Julio se quedó tranquilo, Gómez Pereira dijo que sí que me apuntaba y yo pensé que nos estaba contando una trola. Pero no, no fue una trola y unas pocas semanas después me convocaron en un teatro de Madrid para el rodaje. Qué aventura, madrugones terribles, sesiones de maquillaje interminables de tantos extras como éramos, los actores conocidos por allí mezclándose con nosotros y entre todos compitiendo por hacernos una foto con Ana Belén, que era la más simpática, la que más se enrollaba con nosotros y encima la que nos gustaba a todos. También estaban Angel González, Fernán Gómez… pero no nos atrevíamos a acercarnos. Había uno que yo no conocía, y todos me insistían en que ese que se comportaba como un adolescente con las hormonas revueltas era un tal Banderas y que era conocido. A mí no me cayó muy bien, pero es que yo soy muy maniático, solo tenía ojos para Ana Belén.
A mí me fue bien en el rodaje, tanto que me ascendieron. En una escena cuyo rodaje se demoraba dejaron marchar a Quique Camoiras, que hacía el papel de faraón, porque el hombre trabajaba en el teatro en doble función y luego durante el día en el rodaje, y después de unos días ya no aguantaba más de sueño. Así es que a mí me ascendieron, me disfrazaron con las ropas de Camoiras, me senté donde él y rodaron. Nadie lo sabe, pero hay una escena donde el pedazo de hombro derecho que se ve es el mío, y bien orgulloso que estoy, no he llegado tan alto en la vida, faraón egipcio nada menos!
Hace cosa de tres o cuatro años vino al Instituto Cervantes de Toulouse José Luis García Sánchez, director de la película hacía ya más de treinta años y con quien coincidí esperando en la puerta, me presenté y le comenté que había participado como extra en la película. Se le iluminaron los ojos y directamente me lanzó una pregunta que me parece el mejor resumen de lo que es el cine español y tantas otras cosas: “¿y te pagaron?”
Se me olvidaba lo más importante, en la foto yo soy el que está disfrazado.
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